martes, 31 de diciembre de 2013

Yo también quiero un jersey del lidl (feliz 2014)


 
          A Gary le habría encantado disfrutar siendo un hombre rico y acomodado, pero el país no se lo estaba poniendo nada fácil. A su alrededor, millones de norteamericanos con los millones recién acuñados se embarcaban en idéntica búsqueda de lo extraordinario: comprar la perfecta casa victoriana, bajar esquiando por una ladera virgen, tener trato personal con el chef, localizar una playa sin huellas de pisadas. Mientras, otras varias decenas de millones de jóvenes norteamericanos carecían de dinero, pero andaban en persecución del Rollo Perfecto. Y la triste verdad es que no todo el mundo podía estar en el rollo. Porque, entonces, ¿donde queda lo normal y corriente? ¿Quién desempeñará la desagradecida tarea de ser una persona relativamente no enrollada?

 

 
*Jhonatan Franzen. Las correcciones.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Se conoce que


     Nos vemos libres, por lo tanto, para volver a algunos de los principios más seguros y ciertos de la religión y virtud tradicionales: que la avaricia es un vicio, que la práctica de la usura es un delito y el amor al dinero es detestable, que aquellos que siguen verdaderamente los caminos de la virtud y la sana sabiduría son los que menos piensan en el mañana. Una vez más debemos valorar los fines por encima de los medios y preferir lo que es bueno a lo que es útil. Honraremos a todos cuantos puedan enseñarnos cómo podemos aprovechar bien y virtuosamente la hora y el día, la gente deliciosa que es capaz de disfrutar directamente de las cosas, las lilas del campo que no trabajan ni hilan.



*Los hermanos Quintero. Daniel Quintero. 

*Posibilidades económicas de nuestros nietos, en: Ensayos de persuasión. Crítica, Barcelona, 1988 (trad. Jordi Pascual)



jueves, 28 de noviembre de 2013

Dejar de hablar, mover el dedo

 
 
Parménides
 
Parménides no era ningún tonto. Parménides
sabía que la costa de Campania
no era la orilla este del Egeo,
que no era Focea,
y que los ricos pozos de Calabria,
a pesar de Pitágoras,
eran cubos de basura comparados
con Mileto.
 
Mayor, sí, eso seguro.
La gran frontera, y las olas del Tirreno eran
extrañamente igual a Texas,
y el mero
tamaño de todo aquello pudo haberlo trastornado.
 
Parménides hablaba
y Parménides fue capaz de observar
que su voz se secaba bajo las rocas descomunales
y sus sueños eran pálidos
como la pirita, o más pálidos aún, como la ganga
molida y separada del metal jónico.
 
Treinta y tantos años, treinta líneas perdidas
en ejes de carretas, bisagras, caballos, velos
y muchachas del sol, y de pronto,
entonces,
Parménides
se murmuró a sí mismo, atrapó una idea limpia
con los dientes y la mordió, cantando:
 
...las cosas que parecen ser,
aunque todas ellas existan, de hecho
tienen que estar ahí
siempre. En todas partes.
 
Y Parménides se acostó entre los pastos duros, entre
bosta de cabra, imaginando cosas y pensando
en todas ellas allí en el entramado, su mente volando
y engullendo, probando toda la cascada:
sus lóbulos cerebrales bombeando como pulmones,
como un músculo,
sus nervios tronando tras los bastidores de los huesos
y todo el cargamento del corazón
cayendo sobre él:
diosas, muchachas, agua blanca, olivos,
huevas de tiburón, la bruma del mar,
el ojo migrante del lenguado
 
...tienen que estar allí
siempre. En todas partes.
Y esa revelación
afligía y dejaba perplejo
a Parménides.
Sin embargo, emprendió la marcha hacia ella,
sofocado por el agotamiento, tragó saliva, y amontonó
en ella:
todo el conocimiento del embarque,
todas las cosas entremezclándose
 
finalmente, sólo
la infinita, completa,
indivisible quietud:
la cerradura
del cofre de la creación.
 
Parménides se dedicó entonces a las leyes
y escribió numerosos estatutos,
verdaderamente un gran número de estatutos
que, según cuenta Plutarco,
fueron cumplidos durante algunos años en Elea.
 
 
-------
 
Una pequeña historia
 
“Y él habla del tiempo”, dijo Hipólito,
el necio persbítero,
de Anaximandro, sabio de
Mileto, muerto hacía ya nueve siglos.
 
Lo que de hecho Anaximandro dice es:
lo necesario es
que las cosas se expandan dentro de aquello de donde
provienen, porque
 
entre ellas se pagan mutuamente el castigo
y la compensación por
la mutua injusticia de su
orden cronológico.
 
Anaximandro no habla del tiempo.
Deja el camino abierto para
el amor de Anaxímenes por el aire viviente
como un arcano de un azul más intenso. 
 
*Robert Bringhurst, La belleza de las armas. Kriller 71 (2013)


domingo, 20 de octubre de 2013

Yo también te llamé hermana


Entre lo que se experimenta difícil está tratar de vivir

sin anteojeras y aún así mantener una cierta dosis de optimismo y fe en el futuro

 

Mucho de lo que oyes son cosas que son casi

imposibles de imaginar como secuestros o ejecuciones

 

de niños con el fin de vender sus órganos para transplantes, como el ataque

a un país extranjero y la matanza de medio millón de personas

 

para asegurar el abastecimiento energético de la propia nación

y su hegemonía militar en el mundo, como la horrorosa desesperación

 

y desprecio por su vida y la de otros del terrorista suicida, como la carrera

armamentística contra un enemigo que no existiría sin

 

esa carrera, como la obesidad que se cobra tantas vidas o más que

el hambre, que es un problema logístico, no cuantitativo, como el exceso de fe

 

en la violencia física para la solución de prácticamente todos los problemas.

La lista de cosas que uno no puede ni quiere imaginarse

 

puede hacerse interminable como una Via Dolorosa. Justo ahora estamos

en Semana Santa y la tele convierte a Jesús en un sanguinolento picadillo

 

bajo la dirección sadomasoquista de Mel Gibson, quizá no haya que describir

todo el mal como dice Coetzee en la novela Elizabeth Costello

 

y ¿por qué describir tanta tortura, sufrimiento, dolor si no podemos

hacer nada para impedirlo? Hoy es segundo día de Pascua

 

Cristo ha resucitado y el júbilo fluye en la maravillosa música de Pascua

de Bach y Pergolesi. Los hijos han venido a la cena de Pascua, hemos comido

 

un guiso de cordero y bebido vino tinto, en la tele dicen que han descubierto

la tumba de Cristo. Hay demasiadas preguntas y demasiadas respuestas que

 

raras veces corresponden a nuestras preguntas, no parecen tener contacto

unas con otras. Aquí los burgueses han barrido en las elecciones al Parlamento

 

así es que podemos esperar mayores diferencias sociales, más pobres, también

más ricos, y más policía, más vigilantes, perros, controles, violencia e indolencia.

 

Todavía no hemos asimilado la sabiduría de Bismarck: la paz social sólo

se puede garantizar con una política social justa y solidaria. Ahora no se dan

 

cuenta los que se han hecho ricos que todos nos hemos vuelto más pobres

porque ya no tenemos confianza en la sociedad ni pertenencia. John Kenneth

 

Galbraith habla de “cultura de los satisfechos”, sí de la dictadura de la mayoría

satisfecha que se opone a todas las medidas que ayudarían a los pobres.

 

¿Lograremos solucionar los problemas fundamentales del mundo, el cambio

climático, hambrunas genocidios carrera armamentística y guerras antes de que

 

nos hayamos anestesiado de manera que no tengamos fuerzas para vivir la vida

de los otros de forma que ya no vemos ni oímos cómo viven los otros hombres?

 

No soy una persona religiosa pero encuentro nuestro destino bien representado

en el drama de la Semana Santa sobre el dolor sustitutivo, el altruismo

 

que podría liberarnos de las ávidas fauces del capitalismo brutal y del mercado,

sí la libertad del zorro en el gallinero que es nuestra propia libertad de no ver, ni oir ni sentir.
 

 
*Claes Andersson, Antología Cosmopoética X Edición. Córdoba, 2013.
 


lunes, 14 de octubre de 2013

La inmortalidad bien vale siete vueltas a un circuito

 

Mujer amada de esta marca, he destripado abundantes peces

he comido con avidez el hígado de aves

he seguido los mínimos movimientos de tu pelo

                                                                                  su política,

y nada me ha revelado tu estrategia de lunares.

Conducido a la batalla campal de las almas

paso revista a todas mis sabidurías.

 

                                                           Pero para qué

para qué acudir a esta guerra

si no hay aldeas que arrasar

                                               en mis brazos

mujeres que raptar

si por mi espalda no corren niños

                                               cuyo pecho fracasar

bueyes pesadumbres que desjarretes.

Solamente hay maizales de desolación fructíferos

y mi barba es miserable, un cañaveral estanco.

 

Amada mía, ensortijada y botánica,

rindo en este lugar elegantes transformaciones,

he aquí la bisutería que mi cabeza puede ofrecerte

como una hilera de esclavos

como una rendición de mis cojines

más mullidos para el desencanto canto canto de alabanza

de alabanza

 

canto d

 

                                   es mentira

            es mentira

TE HAS PASADO TRES PUEBLOS

precipitación

                        acantilada

                                               del

                                                           verso

                                              

                                               esta no eres tú

 

            esta no eres tú

pero es lo que querías.

 

 

*Unai Velasco, En este lugar [frag. del poema Una teoría centrífuga]. Esto no es Berlín, 2013.

 
 

 
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Poema invadido por romanos




Los romanos eran maliciosos.
 

Llenaron Europa de ruinas

Confabulados con el tiempo.
 

Les interesaba el futuro,

Las huellas más que las pisadas.
 

Los romanos, Casandra, eran mañosos.
 

No fraguaron el Acueducto de Segovia

Como un ducto de agua y de luz.

Lo pensaron como vestigio,

Como un absorto pasado.
 

Sembraron de edificios roñosos Europa,

De estatuas acéfalas

Engullidas por la gloria de Roma.
 

No hicieron el Coliseo

Para que los tigres devoraran

A su antojo a los cristianos,

tan poco apetecibles,

Ni para ver ensartadas

Como entremeses del infierno

A las huestes de Espartaco.
 

Pensaron su ruina, una ruina proporcional

A la sombra mordida del sol que agoniza.
 

Mi amigo Dino Campana

Puedo haber saltado a la yugular

De uno de sus dioses de mármol.
 

Los romanos dan mucho en qué pensar.
 

Por ejemplo,

En un caballo de bronce

De la Piazza Bianca.

Al momento de restaurarlo,

Al asomarse a su boca abierta,

Encontraron en el vientre

Esqueletos de palomas.
 

Como tu amor,

Que se vuelve ruina

Mientras más lo construyo.
 

El tiempo es romano. 

 

*Juan Manuel Roca, Antología Cosmopoética X Edición. Córdoba, 2013.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Ostras, cuchillo de buzo



             Una bonita estampa, no cabe duda. Y cualquiera se hubiera dado cuenta de que eras consciente de ello por el modo de ajustarte el chal y de sonreír, con tus grandes ojos abiertos y cansados ante aquel extraño espectáculo, al que se añadía otra extrañeza, la que provocaba tu propia presencia. ¿Mientras contemplabas el sol naciente, qué pasaba por tu cabeza? ¿Le preguntaste quizá al sol en qué hemisferio te encontraría un mes después? Dijiste tan sólo, ingenuamente: «No comprendo cómo alguien puede vivir aquí toda la vida».

            Sin embargo, la cosa resulta más fácil de lo que parece. En primer lugar, basta con no poseer cien mil liras de renta, y, por contra, realizar todo tipo de trabajos entre los grandes escollos, enmarcados por el color azul, que te hacían batir palmas de admiración. Basta con eso, tan poco, para que los pobres diablos que nos esperaban dormitando en la barca encuentren entre las casuchas destartaladas y pintorescas, que vistas de lejos parecían también estar mareadas, todo lo que tú te empeñabas en buscar en París, Niza o Nápoles. 

---------- 

            ¿No te has entretenido nunca, después de un aguacero de otoño, en desbaratar un ejército de hormigas escribiendo descuidadamente en la arena del paseo el nombre de tu última pareja de baile? Algunos de esos pobres insectos se habrán quedado pegados a la contera de tu paraguas, retorciéndose en espasmos; pero todos los demás, tras cinco minutos de pánico y agitación, habrán vuelto a agruparse desesperadamente en su montaña de tierra. Tú no regresarías, ni yo tampoco; pero para poder comprender semejante terquedad, heroica en ciertos aspectos, es necesario volvernos pequeños también nosotros, limitar todo el horizonte a dos pedruscos y mirar en el microscopio las pequeñas causas por las que laten los corazones también pequeños. ¿Quieres echar un vistazo, tú que miras la vida por el otro lado de los prismáticos? El espectáculo te parecerá extraño, y quizá por eso te divierta. 

---------- 

            [...] esa religión de la familia que se refleja en el trabajo, en la casa, en las piedras que la rodean, me parecen —al menos en este momento— cosas muy serias y respetables. Para mí que las inquietudes de todos los que tienen el pensamiento vagabundo se adormecerían dulcemente en la serena paz de esos sufrimientos bondadosos, simples, que se suceden sin cambios y en calma de generación en generación.
 

 

*Foto de pescadores tomada por Giovanni Verga.
**Giovanni Verga, La vida en el campo [del cuento Fantasía]. Periférica, 2008 (trad. Hugo Bachelli).

 


jueves, 19 de septiembre de 2013

Me mantengo en mis tres y cuarto

 
 

 
La hora española

 

                           Alabo los relojes que me envejecen en un día y en un día me rejvenencen.

                                                              

                                                                                                                                                             MARK STRAND

 

La hora española es la hora

indudable, la que nos clava

en la edad indudable. Hora y edad

están emparentadas. Hora y duda

también. En este instante pero en otro

sitio, la hora no es mejor

que la de aquí, si acaso menos hueso, más

con la consistencia del cartílago.

Tendríamos que ver si hay un presente

en la medida aritmética de ambos.

 

Pensando en nosotros desandamiaron

todos los relojes. Ya no hay lecturas válidas

sobre las campanadas, solamente escuchamos

aquellas que nos hacen

salivar. No recuerdo si la costumbre era

dividir el minuto en segundos, se perdió

un hábito pero se ganó el sonido

de otro. Imposible opinar sobre la idea

de que sean las tres y cuarto aquí.

 

La hora española no la vais a entender. Es nuestra

y no la regalamos, como mucho cedemos

la franja de apertura de nuestros

museos: todo el arte del mundo

lleva la hora de aquí y sin embargo

corremos persiguiendo la hora

de los otros. Es un correr en vano: está

el impedimento abombado de la esfera, la córnea

injusta que incide sobre el tiempo

y sobre los horarios de trenes y

voces.
 
 
*Mercedes Cebrián, Mercado Común. Caballo de Troya, 2006.