jueves, 14 de marzo de 2013

Hay algo que hace bum bum.

¿Qué le hace creer en la poesía?

     Este diá­logo con usted, Hasier, por ejem­plo. Usted escri­bió sobre la dis­tan­cia entre una oveja y un cuervo, pues uno escribe para des­cu­brir esas cosas, la inuti­li­dad impres­cin­di­ble de la medida de y entre las cosas, de su inter­ac­ción en el mundo. Inter­pre­tar la res­puesta que da cada ins­tante del mundo sin que exista ya la pre­gunta, reco­no­cer las seña­les y sus dis­fun­cio­nes que par­ti­ci­pan de la lec­tura del uni­verso. Tene­mos fe en el veneno, escri­bió Rim­baud. Ahora que el veneno finan­ciero pare­ciera cons­ti­tuir la única fe de la socie­dad publi­cia­ta­ria, lo con­su­mi­ble, la esca­to­lo­gía de la usura, acaso pudiese ser la poe­sía buen un buen antí­doto con­tra la rui­nosa plaga moral que rinde culto al vacío teo­ló­gico de la gaso­lina y las bebi­das refrescantes.

¿En estos tiem­pos tan pre­ca­rios, cuál sería el come­tido de la poesía?
 
     El mismo que ha tenido siem­pre, hablar, dar que hablar al silen­cio que sus pala­bras desa­lo­jan. Acaso tam­bién la de inten­si­fi­car a tra­vés de la len­gua otro modo de cono­ci­miento de la expe­rien­cia humana, y en su tras­torno de volun­tad con­tri­buir a opo­ner el más radi­cal de los actos aje­nos a la fuerza, la com­pa­ñía impre­vi­si­ble de los pen­sa­mien­tos que a tra­vés de las civi­lli­za­cio­nes han hecho de un poema, de casi todo poema, un acto de resis­ten­cia al mal.
 
¿Cuá­les serían las trans­for­ma­cio­nes más con­si­de­ra­bles de la poe­sía escrita en cas­te­llano en estas últi­mas décadas?

     Múl­ti­ples, pero esen­cial­mente el haber dina­mi­tado la orto­do­xia con­cep­tual de las ten­den­cias auto­pro­cla­ma­das como domi­nan­tes, resi­duos moda­les de los ges­tua­li­dad vic­to­riosa y su ten­den­cia a la exclu­sión de cuanto dife­ría de sus mode­los cano­ni­zan­tes. Han sal­tado por los aires cla­si­fi­ca­cio­nes y caba­llos de carre­ras, seño­ríos y aris­to­cra­cias esté­ti­cas pre­go­ne­ras de la falsa sen­ci­llez retó­rica; la poe­sía ha regre­sado al terri­to­rio de las enso­ña­cio­nes, del libre ejer­ci­cio de con­cien­cia, a las trin­che­ras del mayor pro­yecto espi­ri­tual del ser humano: las uto­pías de la ima­gi­na­ción y su defensa del dere­cho civil a la feli­ci­dad. Todos los terri­to­rios vuel­ven a estar dis­po­ni­bles, el que se aven­tura a res­tar retó­rica y el del que ampli­fica el siem­pre más de lo ilimitado.
     La orto­do­xia canó­nica de la pre­cep­tiva ha con­cluido su abu­rrida tarea de fabri­ca­ción de bana­li­da­des, los ins­pec­to­res de la vieja fis­ca­li­dad retó­rica se han visto des­bor­da­dos por la bella ile­ga­li­dad de los dados de Mallarmé, la revuelta de los nue­vos y más jóve­nes ha asu­mido la desobe­dien­cia a los len­gua­jes de domi­na­ción como única con­signa. Por ahí va, creo yo, el por­ve­nir de la pala­bra poé­tica y su tarea en la repo­bla­ción espi­ri­tual del mundo.
 
 
*Entrevista a Juan Carlos Mestre en la revista Koult. Más aquí.

lunes, 11 de marzo de 2013

Pintar el pozo



Mi ecúmene de ciento ochenta grados,
le hago tilín a las palomas
—migas de pan,
migas de madalenas.

No extiendo pagarés al galgo
barcino que me guarda.
Daos cuenta que un perro
liderará la parusía,
pido, pues, misericordia,
ausencia de poder y de tanganas.

En lo posible, doy buena cuenta de los alimentos
y preparo bebedizos para mi boca lago.

Mi barba absorbe el sol, mi barba noche.
Existo como daguerrotipo.

Conocí el mundo exterior en ambulancia
pero la intubación no es cosa mía.

No tengo las proporciones
del Hombre de Vitruvio
mas me peino
y pinto las rajolas de mi pozo.

Tírate, desnudo, de cabeza.

viernes, 8 de marzo de 2013

Folking in the wind


Vaca roxa que alguien llindiaba en Somiéu (Fruela Fernández).



CIENTO CINCUENTA Y DOS
parados menos
el mes de abril —

sencillos casi
de nombrar,
                       de saludar.

Grama en el cauce
           desecado del río,
un tren maxi-combi.


Kilómetros
               de partido
conservador,
               de golondrino duro —

es menos árbol,
más zarza
la mimosal,

más terciario
el solar.

Una linde de tejas socarradas.

           A veces
                   la Virgen de los azulejos.

           Un outlet y otro outlet
entre los conceptuales
           brotes verdes.

Es fácil llegar
con vista oscurecida,

es fácil volverse temporero,
gastando de autobús
la rabadilla,
           corvando
la piel
según el plástico.




VAMOS, DIOS

Sube llindiando,
           para en las casas.

Has de saludar
           a Clelia, la del quiosco.
Has de saludar
           a Manolín de Llorío.

Cría sentido.

Sé país
           creciente,
mídete en mapas
           como el niño en el tablón.

Sé cónyuge,
       avanza
al acostarnos.

Dios, cuida
           esta pupila de leica,
mis muchas lunares,
los nombres del abuelo.



*Fruela Fernández, Folk, Pre-Textos, 2013

miércoles, 6 de marzo de 2013

Cuchipanda




     El protagonismo del tetrápodo en los últimos milenios se muestra también en la capacidad de desarrollo léxico-semántico que aquel ha experimentado así como en las pintorescas y variadas motivaciones de las nuevas voces. Por ejemplo, los términos alemán Pferd ‘caballo’ y castellano palafrén —seguramente este desde el catalán palafré y este desde el antiguo franchute palefrei y este desde el antiguo alto alemán parafrid— proceden del híbrido grecolatino parauerēdus ‘caballo de repuesto [para la posta]’ compuesto del griego pará (παρά) ‘junto’ y de uerēdus ‘caballo de posta’ (San Isidoro, or. 12,1,55), que es a su vez otro término gálico (Ernout & Meillet 1979: 723 s.u.; Alinei 2000: 572). De modo que en la voz palafrén hay probablemente afluencias gálica, helénica, latina, alemana, catalana y francesa. Verdaderamente las lenguas no son genealogía, sino bosques mixtos, batiburrillo, mezcolanza, hibridismo y contaminación.

*Xaverio Ballester, Zoónimos ancestrales, Valencia 2006.