miércoles, 30 de mayo de 2012

23.000






     Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Se le acercaron numerosas muchedumbres. El, subiendo a una barca, se sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa, y El les dijo muchas cosas en parábolas: Salió un sembrador a sembrar, y de la simiente, parte cayó junto al camino, y viniendo las aves, la comieron. Otra cayó en un pedregal, donde no había tierra, y luego brotó, porque la tierra era poco profunda; pero levantándose el sol, la agostó, y como no tenía raíz, se secó. Otra cayó sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos que oiga.

*Mateo 13. 1-9.

domingo, 27 de mayo de 2012

La vergüenza de Europa

Aunque próxima al caos, por
no agradar al mercado, lejos
estás de la tierra que tu cuna
fue.
Lo que con el alma buscaste y
creíste encontrar
hoy lo desechas, peor que
chatarra valorado.
Desnuda en la picota del
deudor, sufre una nación a la
que dar las gracias era antaño
lo más natural.
País condenado a ser pobre,
cuya riqueza
adorna cuidados museos:
botín por ti vigilado.
Los que invadieron con armas
esa tierra bendita de islas
llevaban, con su uniforme, a
Hölderlin en la mochila.
País tolerado ya apenas, a
cuyos coroneles
toleraste un día en calidad de
aliados.
País sin ley al que el poder,
que siempre tiene razón,
aprieta el cinturón más
y más.
Desafiándote viste de negro
Antígona, y en el país entero
hoy lleva luto el pueblo cuyo
huésped eras.
Pero, fuera de ese país, el
cortejo de parientes de Creso
ha acumulado en tus cámaras
cuanto brillaba dorado.
¡Bebe de una vez, bebe! grita la
clac de los comisarios, pero
airado te devuelve Sócrates su
copa a rebosar.
Maldecirán los dioses a coro
lo que te pertenece, pero sin tu
permiso no se podrá expropiar
el Olimpo.
Sin ese país te marchitarás,
Europa, privada del espíritu
que un día te concibió.
 
Günter Grass (Trad. de Miguel Sáenz)

jueves, 24 de mayo de 2012

La hormiga y el caballo



     Defenderás una a una las letras de tu nombre, como hace una gata con sus crías. Harás lo que tienes que hacer: defender el derecho de la ventana a mirar al que pasa. No te ensañes contigo porque no tengas pruebas: el aire es el aire, no necesitas pruebas de limpieza de sangre. No te arrepientas... no lamentes haberte quedado dormido y que dejaras de apuntar el nombre de algún invasor en el libro de arena. Las hormigas escriben y la lluvia borra. Ni lamentes que al depertar repararas en que habías estado soñando y que no habías preguntado a nadie si era un pirata, cuando a ti sí te lo habían preguntado. ¿Por qué habría de armarse de legajos y fusiles la evidencia si le basta con aperos de madera, cántaros, un aceite que alumbra sin mecha, un corán, ristras de pimientos y okras y un caballo que no guerrea?


*La iglesia de Birwa -pueblo natal de Darwix- en la década de los cincuenta. Mahmud Kayyal.

*Darwix, Mahmud. En presencia de la ausencia. Pre-Textos, 2011.

martes, 15 de mayo de 2012

Libélula y sapo

   En la primavera de 1950, en la plaza de un pueblo siciliano donde Gide pasaba sus vacaciones (era el último año de su vida), tuvo otro encuentro con Cocteau, un encuentro de despedida del que el autor de estas notas fue testigo. Gide solía pasarse la mañana en la plaza, dormitando al sol. Permanecía sentado, bebiendo sorbos de agua salada de una botella recién traída del mar, inmóvil como un mandarín, envuelto en una invernal capa negra de lana y tocado con un sombrero de fieltro de alas anchas que sombreaba su rostro severo, como de arpía; era un ocioso ídolo-santo (en cierto sentido) a quien nadie dirigía la palabra y que no hablaba con nadie, exceptuando alguna conversación ocasional con cualquier Ganómedes del lugar que despertara su fantasía. Una mañana, Cocteau entró caminando lentamente en la plaza haciendo girar su bastón y trató de interrumpir los ensueños de Il Vecchio (como los ragazzi del lugar llamaban al distinguido octogenario)[...] Cocteau seguía mostrándose ansioso por agradar, seguía siendo la bailarina libélula en cuyas alas se reflejaba el arco iris, una libélula que invitaba al sapo no sólo a que la admirara sino incluso quizá a que la deborara. Bailaba a su alrededor, y su alborozado retintín le hacía la competencia a la música de las campanillas de los carros tirados por burros que pasaban junto a ellos, desparramaba rayos de amargo ingenio que picaban como el sol de Sicilia, parecía expandirse, se entusiasmaba y acariciaba la rodilla del anciano, le cogía las manos, le estrujaba los hombros, le besaba las apergaminadas mejillas mongólicas, pero era en vano, nada despertaba a Il Vecchio: parecía que se le revolviera el estómago sólo de pensar en digerir un forraje de tan caprichosos colores, así que continuó siendo un sapo inapetente sentado en medio de un matorral espinoso hasta que, por fin, se dignó croar: «¡Estáte quieto! ¡Echas a perder la vista!» 


  Pandora by Cocteau Twins on Grooveshark

*T.Capote, Retratos. Ed.Anagrama

lunes, 7 de mayo de 2012

Dos cumminos

25


«pero por qué»

el
mayor
de los

vivientes magos (que

tú y yo
algunas
veces llamamos

abril) con frecuencia

se habrá preguntado
«tanta

gente y tan

(cuando las flores) in
creíblemente
(siempre son bellas)

repugnante»

 

7

ninguno pierde siempre


yo tenía un tío llamado
Sol que era un fracasado de nacimiento y
casi todos decían que habría debido
dedicarse al vodevil quizá porque mi Tío Sol podría
cantar McCann Era Un Cochero en Nochebuena ama Hasta el Iinfierno lo que
puede o no explicar el hecho de que mi Tío


Sol fuera dado a lo más imperdonable
por usar una frase escogida
que son lujos o razonar
agrícola y
no hay más
que decir


la granja de mi Tío Sol
falló porque los pollos
se comían las verduras así
que mi Tío Sol montó una
granja de pollos las
garduñas entonces se comieron los pollos


mi Tío Sol
montó una granja de garduñas pero
las garduñas cogieron frío y
murieron y entonces
mi Tío Sol imitó a las
garduñas de una sutil manera


o sea que se ahogó en la cuba
pero sin que nadie le diera a mi Tío Sol un Víctor
Victrola con discos mientras él vivía se le ofreció
en la ocasión afortunada de su muerte un
suntuoso inenarrable espléndido funeral con
chicarrones de guantes negros y flores y todo lo demás y


yo recuerdo que todos llorábamos como el Missouri
cuando el ataúd de mi Tío Sol se bandeaba porque
nadie había pulsado un botón
(y abajo fue
mi Tío Sol


a emprender un granja de gusanos)


*E.E.Cummnigs, Poemas. Visor (Trad. Alfonso Canales)