miércoles, 17 de julio de 2013

Odiseo y Mowgli están de nuestra parte


 
 
I
 
La Antigüedad a martillazo limpio
enseña que la vida no es un plato de lentejas.
 
Ahora es verano y tu corazón hormigonera
sabe que perros y gatos
no pueden tirarse de bomba.
 
Tienes el feedback tuerto
y has rellenado ya el impreso
de eremita a largo plazo.
 
Has aguantado la cháchara y el aluvión
de tropos
por ver flotar el polen.
Temes que la muerte no te coja políglota
y empático y con curriculum global.
 
Todo es «sí, sí, arriba, arriba»
pero tú traduces un responso y contemplas
la eficiencia de los juncos cuando oscilan.
 
No tributas cuando en silencio,
la sangre grave allá bajo tu cráneo
revisita el locus amoenus.
 
 
II
 
La cólera te sigue
pero ser yesca
te atufa de vacío.
 
Para ser pico de mirlo,
rama de sicomoro,
horma y sonido de campana,
necesitas purga dura: vomitar con varias
acepciones,
saber que el sol suena a pandereta,
que este autobús lleva al solsticio.
 
 
III
 
Nadie lo sabe
pero en la oscura cavidad del universo
hay abierta una calzada
que están pavimentando de astracán.
 
IV
 
Un relincho predica y no legisla.
 
Hay una piel de mulo —una chispa
que te hace arder los ojos.
Algo mueve y vincula más allá
de la retina
el rabo y los escombros, el para mi prodigio.
 
Este día ¿cuánto te reveló una grupa?
Eso significa que el mundo
se ha hecho ajeno.
                                   Somos
el unigénito,
y hemos desconocido la herradura.
 
Después de días de sofrito y poza,
el humano círculo y las atenciones al menisco
los más guapos pueden aburrirme,
la hartura pone el foco en el hinojo
y cuanto le rodea.
 
Sólo digo que me hubiera bastado
con ver a la bestia, la golondrina
comiendo de la mano.
 
Puedo jurar que un galgo me ha guiñado el ojo.

 

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