lunes, 15 de julio de 2013

Las cosas del verano


                                                                   SONETO XXXVII                                      

 

     A la entrada de un valle, en un desierto

do nadie atravesaba ni se vía,

vi que, con estrañeza un can hacia

estremos de dolor con desconcierto:

    

     ahora suelta el llanto a cielo abierto,

ora va rastreando por la vía;

camina, vuelve, para y todavía

quedaba desmayado como muerto.

 

     Y fue que se aparto de su presencia

su amo, y no le hallaba, y esto siente:

mirad hasta dó llega el mal de ausencia.

 

     Movióme a compasión ver su accidente;

díjele, lastimado: «Ten paciencia,

que yo alcanzo razón, y estoy ausente».

 

 

*Garcilaso de la Vega

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