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Horos en Megalo Baphi |
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Carta de Matías Pascal
En Nueva York jamás los
rascacielos conocerán esa frescura
que
desciende y toca Kifisiá
mas las dos chimeneas que en el
exilio me gustaban asomándose
tras
los cedros regresan
cuando miro los cipreses por detrás
de la iglesia que conoces
donde hay frescos de réprobos que
sufren entre hollín y fuego.
Con tus bellas caderas, durante el
mes de marzo el reumatismo
se
ensañó y te fuiste a pasar el verano a Edipsós.
¡Dioses! Qué batalla da la vida
por seguir adelante, como un río
crecido
que atraviesa el ojo de una aguja.
Calor pesado hasta el ocaso, las
nubes de mosquitos que exhalan
las
estrellas, y yo bebo limonadas
amargas y sigo con sed;
luna y cine, espectros y un
puerto asfixiante, desvalido.
La vida nos ha devastado, Verina,
como a los cielos del Ática,
como
a aquellos intelectuales que su propia cabeza escalan
como a aquellos paisajes que por
hambre y por sequía
han
acabado por adoptar distintas poses
como a todos esos jóvenes que
gastaron sus almas por lucir un
monóculo
y las muchachas heliotropo que
aspiran sus corolas para volverse lirios.
Los días pasan muy despacio; mis
días entre relojes transcurren
remolcando
detrás de sí al minutero.
Recuerda cómo ya exánimes los dos
nos escurríamos por entre
aquellos
callejones para que no nos destriparan los faros de
los
automóviles.
La idea de un mundo ajeno nos
envolvió apretándonos como
una
red
y nos marchamos con una daga
clavada dentro mientras ibas
diciendo
«Harmodio y Aristogitón».
Inclina la cabeza para poder
mirarte, aunque si te viera intentaría
mirar
más lejos.
¿Qué vale un hombre? ¿Qué desea y
qué cosa va hacer para
justificar
su vida cuando la Parusía?
¡Ah, si me encontrara en un barco
extraviado y al pairo en el
océano
Pacífico, a solas con el mar y con el viento
a solas y sin radio ni fuerzas
para enfrentar los elementos.
* Yorgos Seferis, Mythistorima. Galaxia Gutenberg (Trad.
Selma Ancira y Francisco Segovia).