domingo, 19 de agosto de 2012

La opacidad, los dos caminos



Yo voy a puros y licores,
tú a perfumes, cremas y maquillajes.
Nos vemos, pues, en el kiosco.

La lógica del puerto sin pescado, huele
blando el humano y el desinfectante,
el horizonte cambia de sentido.

Han tapado las lunas.

El ramal obliga y recrea,
divide y regocija.

Soy aliento-recio un mata moscas forajido,
un señor elegante con pañuelo.
Huelo a coñac y prensa, me enrudezco.
Tú aparte de guapa no eres ceporra.

En realidad nos gustan los aviones,
pululamos para coser el aire,
para cumplir el precepto.

La verdad es que siempre habrá horóscopo y tabaco.

Hay que romper la luna para ver
la planicie, el posarse del tren de aterrizaje.

Arriba, dos niños inventan
una versión del juego: «un/dos/tres
Dracón/Solón».
Yo diría un/dos y basta, así me han enseñado
aunque haga que me duela la cabeza.

Dices que el mar parece un azulejo,
no sé si llorar o aplaudir.

2 comentarios:

  1. te descubro doblemente, jÓven Guillermo: porque no te conocía blog, y porque no te conociera poema.

    apúntome ambos.

    abrazos pilosos

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  2. Visita y traspón cuando apetezcas. Tus nuevas patillas son de traca (valensiana), así da gusto. Saludos desde los nuevos trópicos (Helpenor dice que ya no asoma por aquí ni de coña).

    Abrazacos. Au!!

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